Carnicero

Un trabajo duro y, asi lo reflejaba la cara del carnicero, donde el cansancio se podia palpar y el desánimo era mas que evidente. Parecia como si su trabajo fuera un esfuerzo sin igual. Su profesionalidad y buen hacer, esos cortes tan limpios y esas piezas de carne tan bien separadas no correspondían a su cara de desánimo.
Y es que era muy duro lo que estaba haciendo, pero no le quedaba otra. Nadie creeria que fue sin querer, y lo llamarían monstruo por haber forcejeado con su hija para poder tomarla, gozarla antes que ningún otro hombre la probara. Era por su bien, el la trataría mejor que nadie, pero ella tuvo que resistirse, contradecirle, asi que no tuvo otra que forcejear con ella, con la mala fortuna de que se golpeara la cabeza tratando de escapar. Y mañana todo el barrio se alarmaría y la buscaría, y a mediodía comerían sus filetes y, por la noche, cenarían las costillas de su sabrosa hija.