Una visión distorsionada

No ocurría siempre, pero si la mayoría de las veces. Se asomaba a cualquier cristal y veía la figura de un ser extraño que, claramente, ni era él, ni nadie conocido. Estos fortuitos encuentros le producían un miedo atroz. Apenas notaba la presencia del extraño ser, saltaba lejos del cristal y se escondía detrás de cualquier mueble que le cubriera y apartara de la extraña y paranoica visión.

Al pasar un rato, solía tranquilizarse y perder algo de miedo. A veces se relajaba lo suficiente como para atreverse a volver a mirar por el cristal, con muy distinta suerte. Lo habitual era ver únicamente lo que el cristal dejaba entrever de lo que estaba tras de sí. En algunas raras ocasiones, el mismo ser, u otro, usualmente más grande, le miraban por el cristal, que ejercía como una especie de conexión entre dimensiones. Por mas que lo intentaba, era incapaz de observar con tranquilidad a esos seres, y volvía rápidamente a ponerse a cubierto detrás de algún mueble o a tirarse al suelo, tratando de salir del campo de visión de aquellas extrañas criaturas.

Como sabía que su miedo le impulsaba, de forma irracional, a escaparse de la visión de esos seres, decidió que, la próxima vez que se los encontrara al mirar un cristal, se escondería muy cerca del mismo para tratar de escuchar lo que decían y gritaban al verlo. La siguiente vez que se los encontró volvió a salir corriendo lejos del cristal, y apenas escucho unos murmullos irreconocibles. Esperaba que, al escuchar desde más cerca fuera capaz de comprender algo de lo que dijeran.

Y, por fin, llego el día. Se encontró con uno de esos extraños seres, debía ser una cría por su pequeño tamaño. Al verlo, se tiró al suelo, saliendo del ángulo de visión de la criatura, y trató de comprender aquellos gritos guturales, y los extraños sonidos de otro ser que se acercó al escuchar los gritos de la cría. No llego a comprender nada y, por ello, nunca más volvió a intentarlo. Sin embargo, ese último encuentro le dejó un recuerdo imborrable, los sonidos producidos por esas dos criaturas:

-¡AAAAAHHHHH!, ¡Mamá, hay un monstruo en el espejo!

Despues de unos pocos segundos se escuchaba otra voz que decía:

-Tranquilo, hijo. ¿ves como no hay nada? Has debido de asustarte con alguna sombra. Ven, ahora vamos a ir a jugar un rato al parque.


José Carlos Cortizo Pérez

Fotografía de X-Hibit licenciada bajo CC-by-nc-sa