¿Cobrar por utilizar una aplicación en Internet? Parece factible.

Una de las cosas que más gracia me hace del uso de Internet es el entendimiento generalizado de que en Internet todo es (y debe seguir siendo) gratis. Esto restringe en gran medida los modelos de negocio de las empresas que ofrecen servicios por Internet exponiéndolas al máximo a una dependencia a los ingresos por publicidad que, en algunas ocasiones, puede llegar a ser “mortal”.

Esta tendencia ha derivado en la creación, y consolidación en algunos segmentos, del llamado modelo Freemium, que no es más que una extensión del modelo gratuito en el que se cobra por una serie de servicios premium. Este modelo permite obtener una gran base de usuarios que acceden gratuitamente al sistema y, poco a poco, pueden percibir la necesidad de funcionalidades “extras” y acabar pagando por ellas.

Ahora bien, ¿cobrar por utilizar una aplicación en Internet es algo descabellado? Yo no lo creo así, y de hecho el propio modelo Freemium lo demuestra. Aplicaciones como Flickr han conseguido un estatus muy característico en el que cuentan con una enorme base de usuarios que, además de pagar religiosamente, están totalmente encantados con el hecho de pagar, ya no solo por apoyar a la empresa que les ofrece servicios útiles, si no por el enorme valor añadido que obtienen pagando.

Un paso más allá es el que está planteando Microsoft, que plantea que su división de negocio (que mueve cerca de 19.000 millones de dólares al año) obtendrá la mitad de los ingresos de algunos de sus servicios, como Exchange y SharePoint, vendrá de sus versiones online en el próximo año. Y la verdad que resulta lógico, porque si pagamos por utilizar un software de escritorio, ¿por qué no habríamos de pagar por una versión online del mismo software?

Aunque el modelo basado en publicidad (y gratuito para los usuario), o el modelo freemium, sean unas buenas opciones, nunca debemos dejar de pensar que una aplicación web también puede obtener beneficios de una forma más “tradicional”.