Sobre innovación

Así pues, cuando hablamos de innovación tenemos dos extremos muy distanciados. Por un lado, si lo llevamos a mínimos, innovar es realizar cualquier aportación novedosa, por pequeña que sea. Esto vuelve a ser ambiguo de por si, ya que, ¿qué significa una aportación novedosa? Si tengo un producto, puedo innovar introduciendo alguna característica nueva en mi producto, pero parece que innovo de la misma manera si esa funcionalidad o característica resulta completamente nueva en el mercado, o si esa funcionalidad es una copia de un producto de la competencia. Para un gran porcentaje de las empresas que se autodeclaran innovadoras, innovar significa introducir novedades en sus productos que ya existían en otros productos similares. Sus departamentos de I+D son departamentos dedicados a hacer realmente vigilancia competitiva y analizar la competencia para replicar sus pasos, minimizando los riesgos y tratando únicamente de “defenderse” en el mercado, sin la menor intención de “atacar”, de realizar propuestas transgresoras que les permitan tomar una mejor posición en el mercado.
Y ante productos nuevos, la posición es similar. Cuando vemos el papel de muchas incubadoras de proyectos, su posición suele encontrarse “a la defensiva”, incubando prioritariamente proyectos que son una réplica de proyectos que han triunfado en otros países, con una adaptación mínima a nuestro país. Y bien, este tipo de “innovación” cumple una cierta función, resulta necesaria, pero…
- Representan una posición muy defensiva, si permites que tu competencia esté continuamente atacándote al introducir novedades, mientras que tu vas a remolque defendiéndote, tarde o temprano “encajarás un gol” del que no serás capaz de reponerte.
- En cierta manera, reducen el riesgo, al implementar únicamente funcionalidades que sabes que los usuarios agradecen, aunque también reducen drásticamente tus posibilidades de éxito, ya que si no implementas funcionalidades realmente novedosas tu producto nunca va a tener una ventaja competitiva que atraiga a los usuarios.
- A un nivel más global, un país no puede desarrollarse tecnológicamente a base de copiar a la competencia, o adaptar servicios ya existentes en otros países. Debemos ser capaces de aportar productos y servicios nuevos que puedan ser exportables y, con ello, atraer capital de otros países para seguir desarrollándonos.
- ¿Tiene sentido darle “bombo” a este tipo de innovación? ¿Acaso no es lo que la gran mayoría de las empresas hacen? ¿Innovar no debería ser hacer algo distinto de lo que hacen los demás?
Pocas empresas realmente innovadoras existen, de hecho la gran mayoría de las empresas innovan cuando no tienen otra salida, cuando ven peligrar sensiblemente su existencia y utilizan la innovación como último recurso. A este respecto, me resultaron muy graciosos unos números aproximados de la convocatoria de proyectos Avanza I+D de este año, donde parece que se han presentado más de 1.000 proyectos este año, superando con creces los números de cualquier convocatoria anterior. Muchas empresas se “han puesto la gorra” de innovadores para sacar liquidez de debajo de las piedras, aunque a la gran mayoría esta estrategia les saldrá mal, porque el enfoque de una convocatoria como Avanza I+D aboga por proyectos innovadores en el más amplio sentido de la palabra.
Desterrando de la innovación a las meras copias (o adaptaciones), la innovación se puede dividir en dos modelos distintos, que muy a menudo se combinan en el ciclo de vida de un proyecto:
- Innovación disruptiva, o innovación revolucionaria, que es aquella que transforma las demandas y necesidades de un mercado. Muy a menudo, la innovación disruptiva se da con el nacimiento de productos que, en su inicio, ofrecen menos prestaciones que su competencia, pero con una tecnología más barata (como pueda ser el caso de la tecnología LCD y su aplicación en monitores y televisiones). En otros casos, esta innovación disruptiva se da con productos que revolucionan la forma de utilizar un producto, o incluso crean un producto prácticamente nuevo.
- Innovación incremental: La innovación incremental es aquella por la que se le van añadiendo características nuevas a un producto ya existente, evolucionando los productos para satisfacer cada vez a más usuarios, ofreciendo cada vez una mayor calidad.
La innovación disruptiva es la que provoca que aparezcan productos realmente ganadores, aunque a mucha gente le cueste apreciar el valor que proporciona. Dos casos de actualidad en el ámbito tecnológico en los que aparece la innovación disruptiva son el iPhone y Twitter. Cuando surgió el iPhone, recibió muchas críticas por mostrar las características de un teléfono medio del año anterior a su aparición, pero sin embargo ha conseguido arrasar en ventas y posicionarse en muy poco tiempo en un mercado muy competitivo como el de la telefonía móvil. ¿Cuáles son los motivos del éxito? Para empezar que aunque sus funcionalidades sean menores que las de la competencia, cubre de sobra las necesidades básicas de un 99% de los usuarios, por lo que esta posible debilidad se convierte en una fortaleza (al conseguir un uso más simple del teléfono). Sin embargo, a pesar de sus carencias, tanto su interfaz de usuario (pantalla táctil, simple de utilizar, etc.) y su facilidad de añadir aplicaciones (gracias al modelo de probado éxito de iTunes), junto con la apertura del API, permitiendo que terceras partes innoven sobre su tecnología, ha conseguido que su entrada en el mercado haya sacudido a las empresas ya existentes, más centradas en la innovación incremental que en el aportar nuevas visiones de la telefonía móvil a los usuarios.
El caso de Twitter resulta similar. De entrada, cualquiera piensa que resulta una idea de locos sacar un servicio tan limitado como Twitter, donde solo tenemos contactos y podemos escribir mensajes de 140 caracteres. Su competencia, los blogs que permiten gran libertad de acción, y las redes sociales como FaceBook con una gran cantidad de funcionalidades. Las claves de su éxito resultan muy similares, por un lado su enfoque que cambia radicalmente lo conocido, y por otro lado la apertura de su API, que ha permitido una innovación incremental del producto a un coste 0 para el propio Twitter, ya que terceras partes han desarrollado un ecosistema realmente impresionante alrededor de un servicio que, de por si, resulta extremadamente simple.
Y estos dos casos de éxito de innovación disruptiva muestran una tónica general de los proyectos que triunfan últimamente: el ejercer como plataforma más allá que como mero producto/servicio. Innovar tiene un coste muy elevado, aunque cuando las innovaciones cuajan el retorno es abrumadoramente positivo. Sin embargo, el abrir tu servicio en forma de plataforma permite que la innovación no corra únicamente de tu mano, si no que terceras partes complementen tu servicio, y le aporten valor añadido. Desde un punto de vista tradicional esto hasta puede ser mal visto, porque permites que otras empresas, que incluso pueden ser de tu competencia, se aprovechen de tu infraestructura y de tus productos y servicios, pero en un entorno tan dinámico como las empresas tecnológicas, y especialmente el sector de Internet, esto debe ser casi lo último que nos preocupe; mejor crecer junto a otras empresas que ahogarse en el intento.
Y para mi esto es lo que necesitamos en nuestro país, empresas que innoven de verdad, nada de departamentos de I+D que lo único que hacen es controlar a la competencia, menos adaptaciones de servicios que ya existen, y más creatividad, más productos revolucionarios, y más posicionarnos como un referente mundial en tecnología. Ahora que el ladrillo está más que enterrado, es nuestra oportunidad, y por ahora la estamos desaprovechando.