La economía del mangoneo

Incluso cuando trabajas en actividades de I+D, el supuesto “nuevo pulmón” de la economía de este país, has de ser consciente del modelo de negocio y del posible mercado de los resultados de tu investigación. Esto incluso se refleja en convocatorias de I+D a nivel nacional, como el Plan Avanza I+D, donde uno de los puntos de la memoria exigida a la hora de presentar el proyecto, debe recoger tanto el mercado del producto final que se quiere desarrollar/investigar, como algunas previsiones de ventas, etc.
Ahora bien, nuestro Gobierno disfruta haciendo excepciones con la industria de la Cultura, y el anteproyecto de economía sostenible no es, ni de lejos, la primera vez. Ya en el FICOD me hirvió la sangre al enterarme que parte del dinero de los Avanza fue a parar a Filmotech, un proyecto que jamás será rentable por varios motivos, que van desde la pésima calidad del desarrollo, hasta la nula proyección de mercado. Y es que después de que te denieguen un proyecto Avanza sin darte razón alguna, que posteriormente pidas explicaciones y te digan que la política de la Secretaría de Telecomunicaciones es no explicar el por qué te deniegan un proyecto, el ver que parte del dinero de los Avanza se va para proyectos de más que dudosa valía, uno siente que le toman el pelo descaradamente.
Y es que no puedo parar de hacerme esta pregunta: ¿Por qué cualquier empresa, incluso aquellas dedicadas a la I+D, han de validar que sus modelos de negocio se adecuen a la realidad social y económica y se pretende que la Sociedad asuma a la fuerza el modelo de negocio que desde la Industria cultural española se impone?
El anteproyecto de ley, además de tirar por tierra los derechos fundamentales de los ciudadanos, va totalmente en contra del modelo económico por el que nos regimos, y si empezamos a hacer excepciones en determinados sectores estamos creando un tumor que se extenderá al resto de la economía española.
Por mucho que se queje la industria de la Cultura, sus quejas encierran muy poco de realidad y mucho de pataleta. Prueba de ello es que mientras las discográficas pierden dinero (al menos dejan de ganar), los artistas ganan cada día más dinero gracias a los conciertos en directo, merchandising, etc. Los consumidores tienen el derecho de hacer lo que quieran con su dinero, y si prefieren gastarlo en asistir a conciertos en lugar de en discos y películas, ¿que narices tiene que decir el gobierno al respecto? Por mucho que digan, los consumidores seguimos invirtiendo en Cultura, pero de una manera muy distinta a la de antes. Ahora tenemos más opciones, como la de comprar canciones sueltas por un euro en lugar de discos a más de 20 euros de los cuáles apenas se aprovechan un par de canciones. Vivimos en una economía global y podemos aprovecharnos de “importar” cultura de otros países donde los precios son más razonables, como es el caso de los videojuegos, cuyo precio en España es prácticamente el doble que su precio en Estados Unidos o el Reino Unido. Hemos dejado de ser meras marionetas de la industria cultural, que en este país nunca nos ha dado buenas opciones, y una vez hemos pensado por nosotros mismos, la industria entera ha puesto el grito en el cielo.
Y como consumidores, como ciudadanos de este país, no podemos dejar que nos tomen el pelo, no podemos dejar que nos quiten opciones, no podemos permitir que el anquilosamiento de una industria arcaica frene nuestro desarrollo.