Viaje en Tren

Siento el traqueteo del tren mientras veo el verde paisaje por la ventana. Campos verdes y extensos con pocos árboles. Blancas ovejas que pastan y duermen son motas en esta inmensa moqueta. Al fondo de los campos el mar. Azul intenso. Intenso como la vida. Sol. Hace sol.

Pero, ¿qué hago yo aquí? Llevo un buen rato mirando la ventana, disfrutando de la soledad del viaje. Pensando y recordando viejos momentos, épocas pasadas, tristes y felices. Pero no se por qué estoy aquí ¿De que estación vengo? ¿Cuál es mi parada? ¿Por qué voy en tren si desde aquellos maravillosos años de juventud en los que recorríamos el mundo en tren no lo he vuelto a coger? Sinceramente, esta sensación me desconcierta pero tampoco siento la necesidad de hacer nada. No quiero levantarme porque ¿a dónde iría? Además, mi vagón está vacío y me siento tan perezoso que el mero pensamiento de levantarme a ver lo que hay en otros vagones me resulta duro y pesado.

Seguiré disfrutando de este momento, seguiré recordando, permitiendo que mi mente vuele y divague sin rumbo. En mis recuerdos los malos momentos se me hacen menos agrios que cuándo los viví, pero también los buenos se hacen menos dulces. El tiempo lo aplana todo, todo pierde intensidad. Tanto que en la distancia hasta mi vida se me asemeja aburrida. Pero yo se que no fue así. Ana, mi primer beso, aunque realmente inocente. 7 años teníamos los dos y, por ese beso, nos casamos en el patio del colegio con arena en lugar de arroz, imagino que ese es el precio que hay que pagar por hacer una boda barata.

Y aquellos maravillosos 18 años. Que buenas vibraciones me trae recordar mi primer día de clase en la universidad. Todo tan nuevo, tantas ilusiones, tanto por aprender y, también, tanta diversión. Tantas noches que se hacían tan cortas, y tantas mañanas reconvertidas a noches. Discotecas, afters, fines de semana eternos, días que duraban siglos, tantos amigos, tantas compañeras de cama de las que ya ni recuerdo sus caras. Y los amigos. Que decir de aquellos que han acabado convirtiéndose en mi verdadera familia y me han acompañado a lo largo de tantos años y tantas situaciones.

Miles y miles de recuerdos invaden mi memoria y embargan mi corazón pero, aún así, no consigo recordar que hago en este tren. Que mala es la vejez, que te acuerdas de lo que te deberías haber acordado hace años y no eres capaz de recordar si hace más de diez minutos que fuiste al baño. Noto que el tren comienza a frenar lentamente. Una voz neutra, fría, anuncia que estamos llegando al fin de línea. Me pregunto dónde estaré llegando. Espero que alguien me haya venido a buscar, que mi memoria ya hace mucho que falla pero seguro que quién sepa que vengo estará aquí esperándome para llevarme donde tenga que ir.

El tren sigue frenando. Ya apenas se mueve por lo que en unos segundos podré bajar de este tren. Buen momento para levantarme por mucha pereza que tenga. ¿Habré traído algo conmigo? No veo ningún equipaje cerca, solo mi bastón y mi sombrero, buenos compañeros desde hace muchos años. Me acerco a la puerta mientras el tren acaba de detenerse. La puerta se abre y veo a una única persona esperando. Una mujer anciana que me resulta muy familiar. Me mira con expresión de llevar mucho tiempo esperando. Sonríe. Sonrío. Conozco a esa mujer, aunque hace muchos años que no la veo. Pero su perfume todavía inunda mi mente muchas mañanas. Realmente no la esperaba a ella aquí, aunque deseo bajar y abrazarla ya que hace muchos años que la echo de menos. Bajo del tren y me acerco a Montse, el amor de mi vida. Mi mujer. Sus ojos centellean al verme y esa sonrisa que me enamoró embarga todo mi cuerpo. Las lágrimas caen por mis mejillas. Estoy a su lado y la abrazo con todas mis fuerzas mientras cierro los ojos para sentirla con todo mi ser. Tantas y tantas veces soñando con este momento estos últimos años… Resulta hasta gracioso que no recordara a dónde venía. Paro de llorar y abro los ojos para contemplar el letrero que muestra el nombre de esta fría estación. Eternidad.


Safe Creative #0806090726109

José Carlos Cortizo Pérez
Escrito el 18 de Noviembre de 2007,
en un tren entre Birmingham y Londres

La fotografía es de early.sunsets, licenciada bajo Creative Commons by-nc-sa

Dedicado a Montse, que constantemente me aguanta y me consuela.