Conexión sexual

Calor, hacía mucho calor. Mi corazón palpitaba como hacía muchísimo tiempo. Sentía el sudor cayendo por mi cara, mis largos pelos pegados a la cara y sus manos apretando fuertemente mis pechos. El deseo corroía mi propio ser y me transmutaba en auténtico vicio, y cualquier otra motivación que no fuera el mero placer, estaba fuera de mi en esos momentos. Mis manos tocaban su duro pecho rasurado y mi boca perseguía sus carnosos labios que ya solo sabían a sudor y pasión. Mi lengua se fundía en su boca, buscando desesperadamente el contacto con su lengua para entrelazarse en un ansioso beso interminable. Pasó sus manos de mis pechos a mi culo, atrayéndo mi cuerpo todavía más cerca del suyo, hasta parecer una bola inconexa de miembros, pelo y sudor. Notaba su gran pene erecto palpitando contra mi muslo, y yo solo deseaba sentirlo dentro de mi, sentirme poseída por ese cuerpo perfecto en un acto totalmente animal.

Mientras con una mano le sujetaba la cara, mientras mi lengua jugueteaba diabólicamente con su oreja, mi otra mano agarraba su enorme miembro y lo conducía entre mis piernas hacia la entrada a mi ser. Debía tener toda la sangre de su cuerpo condensada en su sexo, porque sus las venas que rodeaban su gran miembro estaban casi tan duras como el resto, palpitando al ritmo de su frenético corazón. Entró rápidamente, resbalándose por mi húmedo coño rasurado y empecé a sentir un inusitado frenesí. Mi cuerpo lleno con su cuerpo, yo galopando encima de él, flexionando en cada penetración todo mi cuerpo para lograr introducirlo hasta el fondo, como si quisiera que entrara tan profundo que nunca más volviera a salir. Cabalgando más rápido de lo que jamás creí que me podía mover pero, a la vez, sintiendo el tiempo fluir extrañamente despacio, dándome tiempo a saborear cada embestida, cada movimiento que me llevaba al climax que tanto tiempo había extrañado. Una y otra vez, sin quererme bajar nunca de este trayecto guiado por el vicio y el placer, más y más fuerte, más y más rápido, más y más delicioso…Solo unas embestidas más, solo unos segundos, se acerca el climax, el momento en el que el placer explotará a lo largo de todo mi cuerpo, el momento en el que me sentiré completa como hacía tiempo que no me sentía. Que delicia estar tan cerca de volver a tener un orgasmo…

Y, de repente, se apagó la luz y el ya no estaba allí, y me quedé tumbada, prácticamente desnuda, salvo por el delgado traje sensorial y las pequeñas gafas de realidad virtual. Otra vez había perdido la conexión con la Tierra, otra vez había perdido la oportunidad de llegar al climax con Hank, a quién hacía meses que no podía sentir a mi lado, más allá de la ilusión de la realidad virtual. Jodido marte solitario que tan necesitada me tiene…


José Carlos Cortizo Pérez

Fotografía de Simon Pais-Thomas licenciada bajo CC-by-nd-nc