Homus
-¡Más fuerte, por dios! ¡fóllame más fuerte!
Entrecortándose por la agitada y espasmódica respiración, otra voz, temblorosa, respondió
-te aseguro que hago lo que puedo, no lo dudes, jeje. Joder, por cierto, ¡pero que gusto!
-Jajaja, me alegro que a ti también te guste…pero no te distraigas, que aún quiero más caña…
Dos caras sonrientes, sudorosas, resaltaban en la semipenumbra de la habitación. El ambiente totalmente cargado con olor a sudor, a sexo desenfrenado, y a humo proveniente de un par de porros a medio acabar que se consumían en un cenicero lleno de colillas, entre botellas de vodka, ron y otros licores un tanto exóticos. Una fuertes manos, repletas de venas que las cruzaban como grandes ríos, aprietan con dureza y pasión unas delgadas caderas, que se bambolean al compás de una frenética música que resulta inaudible pero, a su vez, lo llena todo. Un pene enorme, húmedo y duro hasta romperse, se esconde en las profundidades de una cueva cubierta de lujuriosa carne, y vuelve a salir apresudaramente, como queriendo respirar lo suficiente como para volver ahogarse momentaneamente en ese abismo de deseo sin fin. Una mano recoge un gran pecho, guiando un pequeño y duro pezón hacia la cara de John, acercándolo hasta la punta de su lengua que, juguetona, se entretiene enredándose y acariciando febrilmente todos los rincones de ese exquisito monte.
Horas y horas de placer. El ambiente ya solo huele a sexo, sabe a lujuria, y lo único que se oye es el incesante ritmo del vicio y frenesí, hasta que, al fin, unos gemidos ahogados anuncian el climax, mientras la dulce leche lo inunda todo.
Los pezones se encogen y se ponen mas duros, resaltando mas de entre esos grandes pechos. Y, bajando por ese mismo cuerpo, el gran pene se separa del cuerpo de John, que yace tendido boca arriba, todavía abierto de piernas, con la cara llena de sudor y placer, colorado hasta reventar, pero pleno como nunca. Mientras John se espabila y sale del alergatamiento producido por el bajón de serotonina que siempre sucede a un estado de placer tan continuado, el otro cuerpo se dirigía hacia la ducha diciendo:
– John, me tengo que ir en un rato, y se que tu también te tendrás que ir en breve. Me voy a duchar y vestirme, puedes dejar mi “regalo” sobre la mesilla antes de irte. Y recuerda traerme cigarrillos de la Tierra la próxima vez que vengas, que el tabaco aquí es un asco.
– No te preocupes, Kurk, el mes que viene volveré…como para no volver con las noches de placer que me das, jejeje, y te traeré los cigarrillos y lo que me pidas. Yo me voy vistiendo que se nos ha hecho muy tarde.
John sale del edificio en dirección al hangar central del distrito, pensando en lo maravillo que es este planeta, Homus. Hacía más de 1000 años que el Gobierno Central Galáctico había perseguido a los transexuales de todos los planetas habitados por humanoides, y los había relegado a Homus, un pequeño planeta alejado de todas las rutas comerciales, dónde no podían perturbar la normalidad del desarrollo social que estaba tan severamente condicionado por un sentimiento religioso tan acérrimo que hasta parecía infeccioso. Unos cuántos siglos después, un periodo de liberación sexual trajo paz y bienestar a Homus, que ahora se había convertido en una colonia bien vista por la Sociedad, un ejemplo de autogobierno liberal, y un paraíso sexual para muchos hombres que disfrutaban del brutal sexo con los habitantes de Homus.
Ya en la nave, el piloto automático se activa y le pregunta a John.
-Capitán, ¿qué tal su estancia en Homus?
-Brutal, sencillamente brutal, nada mejor que un hombre para dar placer a otro hombre.
Mientras, la nave asciende rápidamente y, desde lo lejos, se ve como sale disparada en dirección hacia la Tierra desde un pequeño planeta situado, curiosamente, en el centro de la Vía Láctea.
Fotografía de Losvizzero licenciada bajo CC-by-nc-nd