Venganza
No es fácil ser un Elfo Oscuro, pensó Talfer mientras contemplaba a su última víctima con evidente aburrimiento y desidia. Lo que más le molestaba no era tener que viajar grandes distancias para encontrar a sus objetivos, escondiéndose o pasando desapercibido, expuesto a las incomodidades y los rigores de los más diversos climas. No. Para eso había sido entrenado desde los tres años de vida.
Había nacido grande y sano, y los videntes habían le pronosticado las mejores habilidades físicas que un asesino podía tener. Por eso su padre eligió para él la esta profesión, con la esperanza de que las artes de su hijo proporcionara a su familia el reconocimiento entre su pueblo que de otra forma nunca podrían alcanzar. ¡Qué ingenuo! A Talfer no le costó matar a su progenitor cuando recibió el encargo de la familia Baenre, y eso fue lo que le consiguió los más altos honores entre su pueblo. De alguna manera, su padre se podría considerar satisfecho, pensó el elfo esbozando una media sonrisa.
De repente, oyó un ruido a su espalda: el apagado e irritante sollozo de un niño humano. ¿Desde cuándo estaba ahí? Con un rápido movimiento, se acercó hasta la posición de la que provenía el sonido. Efectivamente, un chico humano, de unos diez años, supuso; no era fácil determinar la edad de los miembros de esta raza menor. El pequeño estaba tiritando de miedo, sus ojos tan abiertos que por un momento pensó que estallarían. Talfer utilizó la lengua común para preguntarle de dónde había salido. Brand era el hijo de su víctima, y se había escondido a instancias de su padre al oír las pisadas del elfo. ¡Qué descuidado había sido! Cuando escuchó su explicación, comprendió lo que tenía que hacer.
Durante trescientos años no había cometido un solo error; por eso seguía con vida. Hoy sus sentidos no le habían avisado de la presencia del niño; mañana podría ser un enemigo. No lo dudó. Desenvainó su espada y se acercó un poco más al cachorro humano. Éste, al comprender su muerte inminente se acurrucó, implorando por su vida, incapaz de mover un solo músculo.
Fue extraño para Brand sentir la empuñadura de una espada entre sus manos. Resultó aún más insólito observar cómo el elfo insertaba la punta en su propio vientre mientras escupía sus últimas palabras al mundo: “Diles a todos que has matado a Talfer, el asesino oscuro. Al que no te crea, castígale con la muerte.”
Francisco Manuel Carrero García
Fotografía de Chris Stickley licenciada bajo CC-by-nc-nd